Es muy común que aparezca en personas que tienen más de 60 años algún tipo de problemas de audición y que se pueden tratar de una manera eficaz tomando las medidas adecuadas y necesarias.
Síntomas de la pérdida de audición
La disminución auditiva que suele aparecer debido a un deterioro en las estructuras situadas en el oído interno a consecuencia de la edad, se conoce como presbiacusia, aunque no quiere decir que todas aquellas personas con cierta edad, tengan que sufrirla necesariamente, algo que sí sucede con la vista cansada, por ejemplo.
En las primeras fases de este trastorno, la persona que lo sufre no suele darse cuenta de ello, por lo que hay que estar atentos a ciertas señales para detectarlo cuanto antes.
En el caso de una sordera leve, ésta no aparece de una manera súbita, sino de una manera gradual. En un primer momento se suele tener dificultad para percibir sonidos que cuentan con una frecuencia alta como el sonido del teléfono y comienza a ser algo complicado entender lo que dicen las personas cuando se está en un ambiente ruidoso. Durante esta fase los familiares y los amigos suelen ser los que se den cuenta del problema, ya que la persona afectada no es consciente y culpa a las demás personas de hablar muy bajo.
En el caso de una sordera acusada, los sonidos medios y bajos dejan de percibirse claramente y es cuando las personas suelen ser conscientes del problema. En esta fase se tienen problemas para seguir una conversación y para localizar de donde proceden los sonidos. Es normal que aparezcan también problemas como sentir ruidos y silbidos en los oídos, lo que es conocido como acúfenos, una sensación de oídos taponados, vértigos o una hipersensibilidad a aquellos sonidos que son demasiado intensos.
Establecer un diagnóstico precoz
Aunque son muchas las personas afectadas que no le dan importancia a este trastorno porque lo consideran algo propio de su edad, esto es un gran error, ya que una falta progresiva de audición consigue deteriorar de una manera considerable la calidad de vida de la persona que lo sufre, afectando de una manera negativa a su autoestima y a su vida social. Una sordera no tratada también podría llegar a aumentar el riesgo de sufrir una depresión y un deterioro cognitivo.
La sordera la diagnosticará el otorrino mediante una serie de pruebas como una otoscopia consistente en explorar visualmente el oído, utilizando un otoscopio que ayuda a visualizar la membrana del tímpano así como el conducto auditivo externo. Con este examen pueden descartarse también otras causas de la pérdida de audición como tapones de cera, infecciones en el oído, etc.
Otra prueba es la audiometría tonal donde la persona en concreto deberá entrar en una cabina completamente insonorizada y hacer un gesto en el momento en que percibe cualquier ruido. La audiometría verbal consiste en pedir al paciente que repita palabras que resultan difíciles de diferenciar de una manera seguida, como por ejemplo: “coche” y “noche”, así se puede evaluar la capacidad para distinguir sonidos diferentes y escuchar cualquier conversación.