1.200 años atrás, en la antigua China se asociaban los pies femeninos con la sensualidad. Hoy en día, inconscientemente seguimos asociando los pies y los zapatos con el sexo.
¿Por que creen sino que nos sentimos súper-poderosas cuando nos subimos a un buen par de stilettos? ¿O acaso no nos sentimos la misma gatúbela cuando usamos esas botas de caña alta con esos tacos que nos hacen crecer unos 10 centímetros?¿Cuanto dinero y tiempo gastamos anualmente en la pedicura para obtener unos pies suaves y divinos?
Seamos sinceras, no hay nada menos sexy que un par de pies al mejor estilo empanada!
¿Esas fotos de chicas que aparecen vestidas sólo con un bikini y un par de zapatos no nos resultan de lo más sexies? ¿Acaso los zapatos no nos evocan sexualidad, voluptuosidad?
Recordemos un poco la historia de Cenicienta, ¿no es acaso su zapatito de cristal el que ayuda al príncipe a encontrar a su amada? Y dejando de lado la fantasía, ¿no nos hemos sorprendido al enterarnos que las geishas (símbolo de sensualidad de la cultura Occidental) se vendaban los pies con una especie de yeso desde pequeñas para evitar que estos crezcan y así entrar en sus diminutos zuecos? ¿Acaso escucharon el cuento de Catalina de Medicis, de la corte francesa en el 1500, que dice que sumergía sus pies en hielo para adormecerlos y así poder entrar en las angostísimas hormas de sus zapatos?
En las películas porno, ¿Cuántas escenas encontramos con hombres besando, lamiendo, toqueteando y volviéndose locos con los pies de sus compañeras? Si bien a algunas nos puede resultar desagradable en primer instancia con el solo hecho de pensarlo, es solo cuestión de probar para cambiar de idea.
Y si realmente crees que eso no es para ti, prueba hacer el amor sin quitarte los zapatos