El contacto de los pies con el suelo hace que éstos se vuelvan mucho más flexibles a la vez que estimulan sus puntos reflejos. Descubre los beneficios que supone el andar descalzo, sobre todo por la arena de la playa.
Aprender a dar un buen paso
El pie siempre debe apoyarse como si fuera un trípode formado por el hueso donde el dedo gordo nace y que es conocido como el metatarsiano, el hueso donde nace el dedo pequeño es decir, el quinto metatarsiano y el centro de nuestro talón. Estos tres puntos son los que constituyen nuestro punto de apoyo siendo los responsables de que mantengamos una marcha equilibrada siempre que toquemos el suelo primero con el talón, después con el antepié para finalizar con la punta de nuestros dedos del pie y siempre sin arrastrarlos.
Los zapatos tienen como misión proteger a nuestros pies de un suelo irregular y de la humedad, del calor o del frío aunque cuando nos aíslan del terreno por el que vamos pisando, también nos están privando del contacto directo y tan necesario con la tierra. Por eso cuando las condiciones atmosféricas lo permitan, es aconsejable caminar sobre la arena de la playa o sobre la hierba descalzo para poder sentir el cosquilleo tan especial del suelo sobre la piel y notar como la planta de nuestro pie toca la tierra y como ésta nos logra sostener gracias a la ley de la gravedad.
Llevar esta conciencia hasta nuestros pies y a todos sus puntos de apoyo puede resultarnos muy beneficioso y placentero y devolvernos a la realidad de nuestro cuerpo que a menudo olvidamos por una excesiva actividad mental.
Dejar huella
Caminar y mejor aún, correr por la arena de una playa descalzo resulta muy beneficioso ya que permite una amortiguación correcta de nuestros pies, ya que ésta se adaptar a la forma de ellos, algo que se puede comprobar fácilmente al ver las huellas que se dejan en ella. Así mismo, los paseos con los pies descalzos contribuyen a que la electricidad estática que se suele acumular durante la gran cantidad de horas que se pasan frente a un ordenador o ante un televisor, se eliminen de una manera natural.
Si caminamos a orillas del mar, el agua fresca de éste logra ejercer un efecto vasoconstrictor que nos estimula el retorno venoso y nos refresca sobre todo en las horas de más calor. Además nuestra piel absorbe la gran cantidad de sales procedentes del mar y que están cargadas de muchos minerales benéficos.
Para las personas que cuentan con pies planos es conveniente que caminen sobre la orilla del mar sobre todo en aquellas que cuentan con pequeñas piedras ya que éstas fortalecen y a la vez masajean los pies, otorgándoles una gran flexibilidad.
Los pies también albergan gran cantidad de puntos de reflejoterapia por lo que las zonas que perciban dolor o una mayor sensibilidad conseguirán regular su actividad al entrar en contacto la arena con los órganos relacionados con estos trastornos.