Uno de los tipos de personas más detestados por la mayoría de nosotros son, sin ninguna duda, los chivatos. Suelen ser personas inseguras de ellas mismas, con una gran dosis de mezquindad, las cuales encuentran, en el hecho de acusar a los demás, la única manera de llamar la atención sobre su persona, pretendiendo a la vez demostrar lo buenos que son ellos en comparación con el Aquí no hablaremos del caso en que el niño nos informe de algún peligro que esté corriendo el otro, por supuesto, ya que en este caso sí debe alabarse su actitud, sino en lo que solemos considerar “chismes” y cosas de niños.
A veces, hay padres que, aunque por supuesto los chivatos no son de su agrado, aprovechan esta actitud negativa del niño para poder de esta manera controlar qué es lo que pasa a su alrededor y cómo se comportan sus otros hijos. Jamás debemos tomar una actitud parecida.
A partir de los 4 años el niño ya tiene desarrollado el sentido de la honradez o la nobleza, por lo que debemos ser muy cuidadosos antes este tipo de comportamientos. Si el niño nos viene a contar que su hermano o su amigo están haciendo esto o aquello, jamás debemos salir corriendo para castigar al infractor, ni tan sólo debemos darle una regañina mientras esté delante el “acusador”, ello dejando aparte el hecho de que no debemos castigar lo que no hemos visto. Si no lo hacemos así el autor de la travesura pensará seguramente que chivarse es un acto que comporta beneficios y acabará haciéndolo él, convirtiéndose a su vez en un chivato.
En estos casos lo mejor es una respuesta del tipo de que nos encargaremos más tarde de ello, con lo que evitaremos que su acción se convierta en un triunfo.
Con una actitud firme, deberemos ir haciendo ver al pequeño que chivarse es una actitud fea y negativa, y, al mismo tiempo, deberemos comprobar en què contextos suele actuar asì el niño y si lo hace siempre, ya que ello puede deberse a algún problema de autoestima, que en algunos casos podría ser grave y necesitar de la ayuda de un profesional.