Para conseguir tener confianza en uno mismo el secreto está en comportarnos y actuar con total naturalidad y por supuesto, aprender a reírse de uno mismo. Para ello debemos ir dando pasos cortos pero seguros e ir alcanzando las metas que nos vayamos proponiendo en nuestra vida con la mayor dignidad y confianza posibles.
Cambiar de perspectiva
El miedo a poder decir una tontería y que alguien se pueda reír de nosotros, a provocar una situación algo embarazosa o incluso a hacer algo que resulte inapropiado delante de las personas que no apenas conozcamos, puede llegar a resultar paralizante. Esto la mayoría de las veces le sucede a personas algo inseguras o tímidas, que tienen miedo a asumir algunos riesgos por el temor a que alguien les descubra un defecto que generalmente sólo existe en su imaginación, aunque no son las únicas, ya que según los expertos, también las personas que son muy exigentes con uno mismo o están continuamente luchando por tener una imagen impecable, temen de igual manera la opinión del público.
El primer paso que debemos dar es intentar vivir la vida con más naturalidad y bajar el nivel de nuestra alerta. Si tenemos un poco de vergüenza es síntoma de madurez, en contraposición con la falta de pudor de los más pequeños o el descaro de los adolescentes. De hecho, es el mismo sentido del ridículo el que nos ayuda a encontrar un equilibrio entre el atrevimiento y la prudencia. Pero cuando sentimos vergüenza en exceso, ésta nos puede llegar a atemorizar e incluso restarnos espontaneidad o bloquearnos.
Es común oír que la vergüenza es la emoción del sentimiento de inferioridad. El sentido del ridículo nos suele acechar cuando pensamos que quienes nos rodean pueden construirse una opinión o imagen negativa sobre nosotros, pero debemos tener en cuenta que lo que piensen los demás sobre nosotros mismos nunca será tan importante como lo que en realidad somos.
Cuando las miradas nos intimiden o notemos que nos hemos puesto colorados, busquemos la parte cómica de la situación. Nadie te juzgará muy severamente si reaccionamos con buen humor y con naturalidad. Lo más importante sin duda, es actuar de tal manera que no nos pongamos colorados ante nosotros mismos.
Hablar en público
Cuando tengamos que acudir a algún lugar donde haya que hablar en público como puede ser una reunión de vecinos, una reunión en el colegio de nuestros hijos, etc. pueden servirnos de ayuda algunos consejos.
En ocasiones queremos explicar tanto y tan bien las cosas que no podemos conseguir un discurso coherente. Para conseguir una buena presentación necesitamos una sola idea que debe resumirse en una única frase.
Si nos jugamos algo importante, podemos hacer un guión y ensayar nuestra exposición. Para ello es importante tener preparado un buen comienzo ya que los tres primeros minutos son fundamentales.
Es imprescindible intentar que las personas que nos están escuchando, acaben compartiendo nuestro punto de vista, pero en ningún caso hay que tratar de imponerlo.