Los excesos siempre se pagan y la piel no iba a ser una excepción. El agua del mar, el sol, el cloro y el calor al que nos exponemos durante los meses estivales se traducen en descamaciones, sequedad, decoloraciones o manchas aunque la buena noticia es que siempre hay una solución para cada caso.
Daños causados en la piel por el sol
Las radiaciones ultravioletas llegan hasta nosotras a través de fuentes diversas aunque sin duda la más importante es la del sol. Dentro de estas radiaciones se pueden distinguir tres bandas diferentes dependiendo de la longitud de sus ondas. Así la longitud UVA es la más larga y la que pueda penetrar en las capas más profundas de nuestra piel, siendo la responsable del bronceado, pero también es la que contribuye al envejecimiento cutáneo y la que puede llegar a desarrollar un cáncer en la piel.
La longitud UVB por su parte, no consigue penetrar mucho más allá de las capas más superficiales de nuestra piel siendo la que causa un bronceado algo más retardado, las quemaduras o las manchas. Esta longitud también provoca una posible aparición de desarrollar un cáncer de piel pero a más largo plazo. Su radiación, por suerte, se filtra a través de la atmósfera.
La longitud UVC es completamente filtrada por la atmósfera y no llega a alcanzar el suelo por lo que sus daños no llegan a afectarnos.
La sal del mar y el cloro de las piscinas
Ambos son unos desecantes muy potentes que afectan al manto de grasa que protege la piel y que la mantiene elástica, hidratada y a salvo de las infecciones. Además son irritantes de las mucosas que se encuentran en la nariz y en los ojos. Para conseguir paliar sus efectos hay que ducharse con agua limpia y dulce una vez se salga del mar o de la piscina. Como excepción el agua salada, puede resultar beneficiosa en caso de afecciones de tipo cutáneo como la psoriasis.
Caños causados por el calor en la piel
El calor afecta a la piel especialmente porque la deshidrata de una forma muy severa ya que provoca una evaporación del agua que se encuentra en a piel y que se encarga de conducir los nutrientes y el oxígeno a las células. Por otra parte una acumulación de sudor, así como un exceso de aceites y de cremas en la piel provoca la obstrucción de los poros y erupciones cutáneas.
Cómo se pueden reparar los daños
Es importante reparar los daños que se han causado por cualquiera de estos motivos tanto desde dentro como desde fuera.
Para ello lo primero que hay que hacer es ingerir mucho líquido. Igualmente se necesitarán vitaminas del tipo A, E y C que van a actuar como antioxidantes que impedirán que las células se oxiden de una manera exagerada por causa del sol.
También es recomendable utilizar principios activos como los que proceden de los derivados del aloe vera y que ayudan a reparar y a descongestionar una piel enrojecida.