En la oficina, te tientas con todo: medialunas, hamburguesas, bizcochos Por más que en tu casa vivas a dieta, el botón del jean sigue enterrándose en el ombligo y la aguja de la balanza permanece clavada en el mismo y espantoso número. ¿Estás viviendo esa pesadilla? Entonces, presta atención porque puede ser que tu trabajo sea el responsable. Piénsalo bien: a veces salteas el desayuno para llegar a tiempo a la oficina, después corres para cumplir con tus tareas como una maniática y ayunas durante horas. Obvio, a la tarde mueres de hambre y te escapas al kiosco… un par de veces. Todo eso, te guste o no, es una amenaza concreta para tu proyecto de llegar al verano hecha una: diosa. El tema es que, si bien la causa de tu problema de peso puede ser así de clara, las maneras de remediarlo no son tan sencillas. Lee este informe para descubrir cuáles son las situaciones críticas en la difícil relación entre tu trabajo y una dieta sana… y aprender a pilotearlas.
- La culpa del estrés: ¿Eres de las que se quedan dormidas, saltean el desayuno, corren el colectivo y llegan a la oficina súper estresadas, incluso antes de haber empezado a trabajar? Entonces, entérate: Vivir a mil favorece la acumulación de tejido graso, especialmente en la zona media del cuerpo. Un horror, es cierto. Además, genera lo que se conoce como síndrome metabólico. Es decir, el aumento de la presión, del colesterol y también hiperglucemia. La acumulación de grasa a la altura del abdomen se debe a que, cuando estamos estresados, nuestras glándulas liberan una hormona llamada cortisol que, entre otras cosas, “ahorra” grasa para emplearla como reserva de energía. Esta actividad se vuelve más evidente en aquellas células grasas que más trabajan. Y como las del abdomen son súper laboriosas, el resultado es una barriga tamaño XL. que, al margen de antiestética, resulta peligrosa porque cualquier exceso de lípidos en esa zona sobrecarga el trabajo del hígado, donde se combinan con el colesterol, ingresan al flujo sanguíneo y colorín en definitiva, aumentan las chances de tener una enfermedad cardíaca. Por eso, la próxima vez que el estrés ataque, te recomendamos que contengas tus ganas de enfilar para el kiosco, cierra los ojos, respira hondo, contrae y relaja un par de veces los músculos de todo tu cuerpo y, cuando quieras acordarte, la situación estará bajo control. También puedes hacer ejercicio, escuchar música o cualquier otra actividad que te resulte relajante y te permita manejar mejor las tensiones cotidianas.
- Gula en el viaje: El final del día es otra amenaza para tus buenas intenciones diet. Lo más probable es que llegues a tu “hogar dulce hogar” tan pero tan famélica que te arrojes de cabeza sobre lo primero que encuentres para comer… que seguramente no será lo más sano. ¿Un buen consejo? Lleva a la oficina una viandita liviana y saludable que te aísle de las tentaciones y escoge sobre todo, esa clase de alimentos que (como los bastoncitos de zanahoria) te demanden mucha masticación, ya que ésa es la manera más efectiva de apagar rápidamente las señales de hambre. Otra buena opción son las barritas de cereal, las semillas y las frutas frescas, y eso por no mencionar las nunca bien ponderadas galletas de arroz, que te llenan sin hacerte engordar de más.
- Dormir pocas horas: Increíble pero real: según un reciente estudio de la Universidad de Chicago, restarle horas al colchón puede sumar kilos sobre la balanza. La investigación demostró que, tras dos noches de dormir sólo cuatro horas, la gente experimenta una caída del 18 % en el nivel de una sustancia llamada leptina, que es la que le avisa a tu cerebro «Ya estoy satisfecha». Pero esto no es todo porque, simultáneamente, los indicadores químicos que avisan «Tengo hambre» trepan un 28%. Además, hay una cuestión lógica detrás de todo esto: Cuanto más tiempo estemos despiertos y en actividad, más chances tenemos de ingerir alimentos extra. Por eso, y en la medida de lo posible, en vez de trabajar más y dormir menos, trata de trabajar más eficientemente. En todo caso, y sólo si no hay modo de que regreses a tu casa temprano, por lo menos rechaza elegantemente cualquier invitación a cenar after office. Así, siempre vas a estar metida en la camita a una hora razonable y la leptina no saldrá a hacer de las suyas.
- Debilidad por las cosas dulces: ¿Desayunas con tostadas rebosantes de manteca y mermelada? ¿Te gusta comprarte un chocolatín para ir comiendo arriba del tren hasta llegar al trabajo? ¿Sueles estar a los cabezazos a mitad de la mañana? Si respondiste «Sí» al menos a dos de las preguntas anteriores, te contamos la razón: cuando comes alimentos tan procesados como estos (llenos de azúcar y grasas) quedas satisfecha por muy poquito tiempo y, en cuestión de horas, tu nivel de azúcar en sangre (o insulina) se desploma y empiezas a morirte de sueño. Esto te hace desesperar por otra «bomba” de azúcar, te la comes y así el círculo vicioso vuelve a empezar. Abusar de los hidratos de carbono sobreactiva dos sistemas internos: el de la dopamina, que es el asociado al bienestar; y el endocannabinoide, que además de producir bienestar nos hace, de algún modo, “adictos” a las cosas dulces. ¿Cómo salir de la trampa? Simple: comienza tu día con opciones más saludables, como las frutas frescas o en compota, una barra de cereal, un poco de granola o el siempre recomendable muesli (o müslix). Cualquiera de estos platos te va a proporcionar nutrientes pero, como se digieren muy lentamente, además harán que la sensación de hambre tardee en regresar. Otra cosa importante es que no te olvides de incorporar un poco de proteínas a tu desayuno, por ejemplo a través de queso. Sucede que la proteína ayuda a avisarle a tu cerebro que ya comiste lo suficiente.
- Estar en un ambiente ruidoso: Cuando tu jornada laboral transcurre en un ámbito lleno de teléfonos, impresoras y gritos varios, tienes más chances de picotear entre comidas. Así al menos lo demuestra un estudio realizado en Estados Unidos, en el que se comprobó que la gente que debe resolver problemas en un entorno muy ruidoso come más. Y, para peor, parece que el chocolate y las papas fritas son los platos preferidos de las personas sometidas a estrés acústico durante su jornada laboral. Por eso, para cortar con cualquier amenaza de este tipo, pon tu celular en modo silencioso, apaga los parlantes de la compu y desconecta la radio. Verás que quedarás mucho más tranquila… y menos hambrienta.