Lograr mantener una relación feliz y saludable de pareja, implica sobre todo, enriquecerse a través del respeto mutuamente, así como del amor y del reconocimiento. Pero en ocasiones no es así, y sin saber muy bien el por qué, lo cierto es que se acaba perdiendo incluso la “dignidad” para quedar “pegadas” a una relación que es totalmente tóxica. Y la razón por la que llega a costar tanto alejarse de una persona que nos está haciendo daño es la dependencia emocional.
¿Qué caracteriza a la dependencia emocional?
La dependencia emocional cuenta con una dobla cara: por un lado está el amor más absoluto y devoto y por otro lado, el sufrimiento. En estas relaciones los altibajos son constantes y se vive como en una noria. Las características son:
La persona es consciente de que esta relación le está haciendo daño pero se ve incapaz de poner distancia y de dar por finalizada esa unión.
La dependencia emocional está basada en la manipulación. Lo que se está buscando es controlar la vida de la pareja para no ser abandonado, derivando en muchas ocasiones, en celos, en desconfianzas y en chantajes incluso.
Se llegan a desarrollar conductas demasiado exageradas para sobreproteger a la pareja, centrando el universo en “la otra mitad” y en algunas ocasiones, dejando incluso de lado a amigos y familiares.
La dependencia emocional llega a ser una dimensión bastante compleja, muy fácil de ver para aquellas personas que están fuera de ella, pero quienes la están viviendo, se encuentran con una venda en sus ojos durante bastante tiempo.
¿Cómo se sale de una relación de este tipo?
El primer paso es reconocer la dependencia emocional ya que no se puede actuar ante algo de lo que no se es consciente. Por eso es importante que a diario se ponga una balanza en el corazón y preguntarse sinceramente qué pesa más, si la felicidad o el sufrimiento.
El segundo paso será hacerse responsable de nuestra vida propia. Hay que aprender a ser más autónoma y no ser tan dependiente de la pareja, sentirse segura de una misma y fortalecer la autoestima. Se debe valorar el aquí y el ahora y no pararse a pensar cómo era la pareja en el pasado, en cómo te respetaba o cuidaba. Lo que cuenta es el presente y por eso hay que preguntarse si ahora te hace feliz y si estás viviendo la vida que quieres de verdad.
No hay que tener miedo a la soledad. Si el temor principal es dejar a la pareja porque no se puede concebir verse una misma sola a pesar de no ser feliz, el problema entonces es tuyo y hay que resolverlo. Para ser una persona feliz y madura hay que aprender primero a disfrutar de una misma, de la propia soledad y escuchando la voz interior. El objetivo del amor no es encontrar a tu “otra mitad”. Lo primero que hay que hacer es aprender a ser una “persona entera” sin vacíos emocionales y de esta manera se podrá disfrutar más de una relación de pareja.