Este tumor es sin duda el más común entre las mujeres ya que se ha logrado calcular que afecta a una de cada once mujeres que viven en Occidente siendo además, la primera causa de la mortalidad femenina por cáncer en las sociedades más desarrolladas.
Síntomas
El primer signo suele ser un cambio en la forma normal del pecho o la aparición de uno o varios bultos, aunque también es probable que este tipo de cáncer dé la cara a través de secreciones en los pezones o un cambio de forma o posición de éstos, pudiéndose llegar a retraer hacia dentro cuando nunca antes había sucedido. Otro tipo de señales puede ser la aparición de zonas doloridas y enrojecidas en las mamas.
Para poder notar estos cambios cuanto antes es imprescindible que se realice una autoexploración en el pecho y si se tienen dudas de cómo realizarla correctamente, preguntar al ginecólogo y él dará las explicaciones necesarias para llevarla a cabo de la manera más adecuada posible.
¿Qué mujeres corren más riesgo?
Son diversos los estudios que han podido constatar que tener un familiar cercano como por ejemplo la madre, una hermana o incluso una tía que anteriormente haya padecido este tipo de cáncer, es uno de los indicadores más importantes para comenzar a sospechar de que se puede llegar a padecer esta enfermedad. También la edad es un factor de riesgo de igual manera que el no haber tenido descendencia o que una menopausia tardía, es decir, después de los 55 años de edad así como haber sufrido con anterioridad un cáncer mamario.
¿Cómo prevenirlo?
Como ya se ha comentado, la autoexploración es fundamental. Un autochequeo realizado de una manera regular en el pecho es la manera más eficaz de detectar cuanto antes una alteración en las mamas. Es recomendable que dicho autochequeo se realice el mismo día de todos los meses, preferiblemente una vez que la menstruación ha terminado.
Se recomienda llevar una dieta mediterránea a base de frutas, verduras, pescado azul, aceite de oliva y cereales a diario ya que se ha demostrado que las grasas saturadas que se encuentran presentes en alimentos como el queso, los helados o la mantequilla pueden llegar a incrementar el riesgo de desarrollar un cáncer mamaria entre un 10% y un 20%, por lo que deben evitarse.
Hay que perder el miedo a las mamografías. Se debe realizar una vez al año especialmente a partir de los 45 o 50 años de edad. Si existen antecedentes familiares, a los 35 años. De igual manera una revisión ginecológica al año, puede ayudar a prevenir o al menos a tratar de una manera precoz, este tipo de cáncer.
Un último estudio llevado a cabo en Boston, ha observado que las mujeres que durante sus primeros años de la edad adulta cuentan con unos pocos kilos de más, cuentan con un riesgo menor de padecer un cáncer mamario, apuntando las razones a temas relacionados con el juego hormonal y con diversas alteraciones en la ovulación de éstas.