El primer día de guardería es uno de los más importantes en la vida del niño. Podemos tomar algunas precauciones para que no se convierta en algo desagradable para el pequeño ni para los padres.
Empezar a ir a la guardería supone un cambio muy importante en la vida del niño. Que este hecho sea traumático para él o que lo viva con normalidad está, en gran parte, en nuestras manos.
Antes que nada, es muy importante que los padres estén absolutamente convencidos de que ir a la guardería va a ser lo mejor para el pequeño, como así es en realidad, ya que allí es donde aprenderá a convivir con los demás niños. Cualquier dura o inseguridad que se tenga en este aspecto, aunque no se quiera es transmitido al pequeño, que en este caso podría angustiarse ante la idea de ir a un sitio al que parece que sus padres no tienen la total confianza.
Hay mucha diferencia, al empezar a ir a la guardería, entre los niños que están acostumbrados a estar algún rato separados de la madre de aquéllos que no lo están. Estos últimos suelen tener más problemas a la hora de adaptarse al cambio, por lo que es muy conveniente que una temporada antes de empezar la guardería, se le vaya acostumbrando a separarse de la madre, de manera gradual. Se le puede dejar el primer día una hora y luego ir aumentando este tiempo poco a poco, dejándolo con alguien con quien el niño se encuentre seguro.
Cuando el niño llora, al dejarlo los padres en la guardería, hay algunos errores en que se suele caer y que no se deben cometer, como el dejarse vencer por el llanto del niño y llevárselo de vuelta a casa, o el prometerle un premio si se queda en el centro. Lo más conveniente es decirle, de manera breve sin alargar el asunto, que enseguida volveremos a buscarle y que allí se lo va a pasar muy bien y que va a hacer nuevos amigos, no siendo en absoluto conveniente tampoco marcharse corriendo de escondidas, sin despedirse, aprovechando que el niño está despistado, ya que lo puede interpretar entonces como un abandono por parte de quien lo haya acompañado.