Con la llegada de fin de año, la mayoría de la gente comienza a hacer balances sobre su vida. Muchas veces, esta época de reflexión nos hace caer en la desesperación al momento de enfrentar ciertos miedos que durante la voragine del año mantenemos tapados con los problemas cotidianos. Miedo a estar solas, miedo al que dirán y otros que desarrollaremos en la segunda entrega de esta nota.
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Miedo a enfrentar el espejo: «Ay, Dios mío: ese rollo ayer no estaba… ¡Y me salió una cana!«. Si eres de castigarte de esa manera, estarás a solo un paso de convertir al espejo en un cuco espeluznante. Y, con ese miedo, lo que veas reflejado nunca te va a satisfacer. ¿Quieres saber cuáles pueden ser las consecuencias terribles de ese miedo a tu propia imagen? Depresión, anorexia, pastillas, cirugías plásticas exageradas e innecesarias, terapia para superarlos complejos… La triste verdad es que rara vez tenemos el coraje de vernos como realmente somos: personas únicas y especiales. En vez de eso, buscamos con lupa lo que no tenemos o lo que nos sobra porque, claro, siempre se puede ser más flaca, o mas pechugona, o más alta, o más joven, o más rubia o más… ¿Y por eso piensas que no mereces ser feliz? Observa bien a tu alrededor: no eres menos valiosa que ninguna otra chica. Tu cuerpo te pertenece y habla de ti, negarlo es quitarte una parte esencial de ti misma. Si te ves y te sientes mal, no te resignes al cuerpo que tienes. Toma tu disgusto como un aviso, como una advertencia de que hay algo que deberías modificar. Obvio, debes tratar de mejorar sin castigarte en el proceso ni perder tiempo con autocríticas destructivas. Y hazte un favor: la próxima vez que te veas en el espejo, hazlo con tus propios ojos, no con la opinión de terceros.
Miedo a quedar como una «solterona»: Incluso las mujeres que ya aprendieron a lidiar con la soledad o el qué dirán, pueden esconder un temor muy dentro de su alma: el de nunca encontrar el gran amor ni formar una familia. Hasta las chicas más audaces se sintieron alguna vez poco exitosas por el sólo hecho de no mostrar una alianza en el dedo. Ese temor también se origina en un pasado remoto y primitivo, cuando tener hijos representaba la supervivencia de la especie (y para eso era preciso encontrar un espécimen macho). «Mis amigas dicen que soy linda”, cuenta Claudia, una vestuarista de 29 años. «Salgo bastante y me divierto, pero nunca tuve una relación seria. Algo malo debo tener…», se persigue ella. Sí, ése es el tipo de miedo que deviene en desesperación, y es un círculo vicioso porque si te desespera el hecho de no tener pareja, lo único que consigues es empeorar las cosas: nada asusta más a un hombre que encontrarse con una soltera conflictuada, dispuesta a hacer de todo para enganchar a un hombre. En lugar de entregarte a ese temor, recuerda: hoy puedes escoger en lugar de esperar que te elijan, y no sólo eso, además puedes avanzar profesionalmente y conocer luego a alguien con tus mismos intereses y logros similares a los tuyos. No tienes por qué casarte y quedarte con la duda para el resto de tu vida sobre qué tan lejos hubieras llegado en tu carrera si no te hubieras enganchado con alguien siendo chica. Cuando la soledad se elige como opción de vida, las cosas, aunque difíciles al principio, por lo general terminan bien. Se aprende mucho y se adquiere madurez, los encuentros con otras personas son más enriquecedores porque no se hacen desde la obligación, sino desde el deseo. Y, hasta que te llegue el momento de formar pareja y tener un hijo, igual tienes varias maneras de volcar tu instinto maternal. Por ejemplo, cuidando a tus sobrinitos o como voluntaria en hogares de niños. Entonces, la próxima vez, en lugar de sentir miedo, deja de comportarte como mercadería con fecha de vencimiento y busca lo que te haga feliz aquí y ahora.
Miedo a no merecer algo mejor: ¿Te sientes atascada en un trabajo que te aburre y no te propone ningún desafío? ¿Los que te rodean te tiran para abajo? Si tu respuesta es sí a cualquiera de estas preguntas (o a las dos), estás paralizada por el miedo de no merecer algo mejor de lo que tienes. Es el caso de Silvana, una secretaria ejecutiva de 27 años. Su jefe le grita cada vez que ella acepta una tarea y ella no pone cara de felicidad y el tipo amenaza con despedirla cada dos por tres. Después, él se arrepiente y ella acepta sus disculpas. «Hago eso porque necesito el trabajo», se justifica. Pero la verdad es que no se siente calificada para conseguir un empleo donde la valoren. La mejor manera de combatir la autoestima baja es usar la rabia como motor para el cambio. Cuando está bien dirigida, esa emoción puede rescatarte de varias situaciones límite. Si alguien osa decir que «no estás a la altura» para más, nada mejor que aplicar la regla del «qué me importa», levantar los hombros, la frente y caminar con pasos largos hacia el futuro. Las oportunidades sólo aparecen cuando les das lugar en tu vida. Tienes que estar abierta a ellas. Todos podemos alcanzar nuestras metas en la medida en que estemos con vencidos de nuestro poder interior. Es decir, si creemos en nosotras mismas, nos sentiremos maravillosas…