Muchas veces, cuando los niños son pequeños, cedemos ante el llanto, las pataletas y las rabietas, y acabamos dándoles aquello que desean y que ha originado esta situación. Y es evidente que lo hacemos por nuestra propia comodidad, por no tener que aguantar la escenita y para que no nos agobien más, sin analizar si el niño lo merece o si le conviene y, sobre todo, sin pensar en las consecuencias tan negativas que se derivan de ello en un futuro muy cercano. La primera es que, como es lógico, el pequeño, la próxima vez que quiera alguna cosa y se la neguemos, volverá a recurrir a las mismas armas. Él es perfectamente consciente de que su actitud nos cansa y sabe que a la larga obtendrá lo que desea si es persistente.
Y, si hay algo importante que debemos tener en cuenta, es que a la larga esta actitud va a ser mala para todos, no sólo para los niños, que en realidad son víctimas de una pésima educación con la que es muy fácil que se conviertan en adolescentes agresivos y conflictivos, sino también para los mismos padres, que pueden acabar ellos a su vez como víctimas de estos adolescentes y jóvenes mal educados y desafiantes que ellos mismos han contribuido a formar.
A los niños a veces hay que decirles “no”. Y no sólo decirlo, sino que debemos mantenernos firmes, de tal manera que vean claro que nuestra actitud no va a variar en lo más mínimo. A ello nos ayudará el hecho de tener presente en todo momento el daño que les hacemos en caso contrario, ya que nuestro objetivo ha de ser educar niños responsables, que sepan hacer frente a las consecuencias de sus actos, y que se desarrollen de una manera normal hasta alcanzar la madurez.
El niño ha de tener claro que él no es el centro del mundo, que las otras personas también tienen sus necesidades y sus derechos, que las cosas normalmente se consiguen con un esfuerzo, y que es muy importante que respete a todo el mundo y, de una manera muy especial, a las personas más mayores.
Un aspecto a tener en cuenta es que el niño con lo que más aprende es con el ejemplo que ve en casa, con la actitud de los padres. Difícilmente podrá adquirir unos hábitos de respeto a los demás y de tolerancia si no los ve en sus progenitores.
Es muy importante también saber que, según los profesionales, aunque es más difícil educar a un niño a medida que pasan los años, nunca es tarde para ello. Si los padres se dan cuenta de que han llevado demasiado lejos el consentir todo a sus hijos y que la actitud de éstos no es la adecuada, siempre pueden consultar con un profesional.