Ser más flexibles en la vida no sólo nos permite acercarnos más a los demás sino que nos permite también vivir mucho más relajados ajenos a los típicos juicios con los que se ponen etiquetas del tipo
Abrirse a lo nuevo
Si las diferencias entre unas personas y otras sirvieran para enriquecernos en lugar de distanciarnos, nuestra sociedad se parecería bastante más a la naturaleza que es capaz de mantenerse en equilibrio con toda su diversidad. Si somos capaces de aprender a explorar las diferencias que existen entre unas personas y otras, además de apreciar con curiosidad a la par que interés los individuos que se encuentran frente a nosotros, también lograremos conocer otros puntos distintos de vista al nuestro y por supuesto aprender de las experiencias de los demás.
En numerosas ocasiones nos llegamos a identificar tanto con nuestras creencias: opiniones, prejuicios, valores, experiencias, etc. que pensamos que el mundo debería estar organizado de acuerdo a nuestro propio mapa mental, cuando lo cierto es que cada persona avanza con su propio mapa por la vida.
Es importante aceptar que no siempre las cosas son como las vemos nosotros. Tampoco son ni peor ni mejor que cualquier otra, simplemente son diferentes. Pensar de esta manera nos permitirá mantenernos abiertos a otras alternativas igualmente válidas.
Intenciones positivas
Pensar que todo el mundo se mueve por una intención favorable y positiva nos hará valorar la forma en la que actúan los demás desde otra perspectiva y es que donde una persona puede ver egoísmo a la hora de actuar puede que tal vez se esconda la necesidad simplemente de sentirse más libre e independiente o eso que podemos considerar resignación en realidad sea capacidad de adaptación o flexibilidad.
Predicar con el ejemplo
Si nos molesta por ejemplo que las demás personas se pongan a la defensiva cuando nosotros nos mostramos en desacuerdo sobre algún tema, no debemos tomarnos esas discrepancias como un ataque personal hacia nuestra persona.
Sentirse en paz con el mundo
Las personas que son intransigentes acaban haciéndose más daño a ellas mismas que a las demás personas porque aunque sus juicios y criterios vayan dirigidos hacia fuera, sus esquemas se van volviendo cada vez menos flexibles y más rígidos, tendiendo a ver el mundo con una gran lucha de fuerzas.
Conocerse a sí mismo para aceptar las diferencias
Cuando por cualquier razón se entra en conflicto con una persona, en lugar de enfadarnos o de pensar sobre los motivos que nos hacen estar en diferencia con ella, debemos mirar hacia nuestro interior y hacernos la siguiente pregunta: “¿qué es lo que verdaderamente no estoy aceptando?
Si respondemos a esta pregunta nos ayudará a ampliar nuestro zoom de visión y ser más tolerantes con las demás personas. Si nos cuesta aceptar el no haber podido convencer sobre un tema a una persona, nos convendría pararnos a pensar si lo que en realidad queríamos era compartir nuestra opinión o simplemente queríamos llevar la razón e incluso podemos plantearnos por qué necesitamos que la gente que nos rodee piense como nosotros.